La Habana (Prensa Latina) La economía global, sin rebasar los estragos pandémicos de la Covid-19, muestra una peligrosa tendencia belicista que, pese a crecimientos del PIB mundial, no originò bienestar ni desarrollo humano.
Por María Julia Mayoral
Periodista de la redacciòn de Economìa
Informaciones procedentes de la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN), la Unión Europea, Estados Unidos, Japón, Rusia, China y otros actores internacionales dan cuenta del incremento en los gastos en la producción de armas y bienes tecnológicos de doble uso (civil y militar).
La OTAN firmó en enero ùltimo contratos adicionales por mil 200 millones de dólares para la compra de armamentos, a la luz de un plan que aseguró pedidos superiores a 10 mil millones de dólares. El secretario general de la alianza bÿlica noratlàntica, Jens Stoltenberg, dijo que los contratos permitirían adquirir «cientos de miles» de proyectiles de artillería de 155 milímetros, para reponer las reservas de los países aliados y continuar los suministros a Ucrania en conflicto con Rusia.
Los pedidos «tienen un tiempo estimado de entrega de 24 a 36 meses», precisó en conferencia de prensa, junto a la directora general de la Agencia de Apoyo y Adquisiciones de la OTAN, Stacy Cummings.
Desde la adopción del mencionado plan, en julio de 2023, la organización rubricó convenios ascendentes a unos 10 mil millones de dólares con vistas a la adquisición de proyectiles para cañones, municiones para tanques y artillería antiaérea y sistemas de misiles, entre otros medios, indicó.
Para asegurar los pertrechos a Ucrania, los miembros de la OTAN deben aumentar su producción y firmar acuerdos con la industria, consideró Stoltenber, quien recomendó actuar de manera conjunta y bajo los estándares de la alianza noratlántica para abaratar costos y aprovechar la existencia de sistemas y municiones «interoperables e intercambiables».
Los contratos multianuales «proporcionan una clara señal de demanda de la industria» y generan incentivos para invertir en capacidad de producción industrial, acotó Stacy Cummings. Organismos multilaterales, personalidades políticas, líderes religiosos y analistas advierten, aunque con diferentes matices, que está en un curso la expansión de otra Guerra Fría, probablemente mucho más larga e intensa, que la acontecida de 1945 a 1991.
Estimaciones del Instituto Internacional de Estudios para la Paz (Sipri, por sus siglas en inglés) revelaron que las 100 mayores empresas armamentistas del orbe ingresaron en conjunto unos 597 mil millones de dólares en 2022, pero hubieran podido vender mucho más a la luz del ascenso de la demanda.
Las compañías de Estados Unidos consiguieron el 51 por ciento de los ingresos por armas adjudicados a las 100 firmas en análisis, al sumar 302 mil millones de dólares en 2022, precisó la investigación.
No obstante, las cifras del trasiego bélico podrían ser superiores, pues el concepto de «ingresos por armas» del Sipri solo contempla los recursos generados por las ventas de bienes y servicios a clientes militares nacionales y extranjeros.
Para nada resultan desconocidos los fructíferos dividendos de la rama militar-industrial, pero la alerta del Sipri tuvo como telón de fondo la cumbre COP-28 de las Naciones Unidas en la que la humanidad clamó por mayor financiamiento para sobrevivir ante la crisis climática y la hambruna en diversas partes.
A juicio del organismo pacifista con sede en Estocolmo, los pedidos pendientes y el incremento de contratos sugieren que los ingresos mundiales por armamento podrían aumentar significativamente en los próximos años.
En declaraciones al diario La Stampa, el papa Francisco señaló en enero ùltimo que «se necesita urgentemente un alto el fuego global. No nos damos cuenta, o pretendemos no verlo, que estamos al borde del abismo», remarcó.
«La guerra es siempre y sólo una derrota, para todo el mundo. Los únicos que se benefician son los fabricantes y traficantes de armas», juzgó el sumo pontífice. Con antelación, en un mensaje por la Jornada Mundial de la Paz de la Iglesia Católica, Francisco alertó también sobre el uso de la inteligencia artificial en sus múltiples formas.
«La investigación sobre tecnologías emergentes en el ámbito de los llamados sistemas de armas autónomas letales, incluida la militarización de la inteligencia artificial, es motivo de grave preocupación ética», ejemplificó.
Por la red social X, el canciller de Cuba, Bruno Rodríguez, lamentó el pasado 5 de febrero que el Ejecutivo de Estados Unidos continúe aprovechando el lucrativo negocio de los armamentos, aunque ello incremente las muertes.
Las ventas de equipos militares estadounidenses a otros gobiernos en 2023 alcanzaron un monto de 238 mil millones de dólares, según datos del Departamento de Estado, suscribió el ministro.
«Para la economía de EEUU, a más guerras más negocios, mientras más mortíferas (las armas) más lucrativas», denunció el diplomático cubano.
Según alertó la Conferencia de las Naciones Unidas sobre Comercio y Desarrollo (Unctad), las principales rutas comerciales están afectadas por una compleja crisis ante la expansión de conflictos y retos climáticos.
La Unctad decidió emitir otra «voz de alarma» atendiendo a las «crecientes perturbaciones» que perjudican al transporte marítimo, responsable de más del 80 por ciento del movimiento global de mercancías.
Entre las cuestiones más preocupantes, mencionó las tensiones geopolíticas en torno al mar Negro, los recientes ataques a la navegación en el mar Rojo y el impacto del cambio climático sobre el Canal de Panamá.
Las interrupciones prolongadas, sobre todo en el transporte marítimo de contenedores, suponen una amenaza directa para las cadenas mundiales de suministro, al provocar retrasos en las entregas y costes más elevados, añadió.
La crisis, subrayó, también está repercutiendo en los precios internacionales de los alimentos, pues las distancias más largas y la elevación de las tarifas de transporte pueden traducirse en costos superiores.
Los desafíos ponen de relieve la fragilidad del comercio frente a las tensiones geopolíticas y los problemas relacionados con el clima, y exigen esfuerzos colectivos para encontrar soluciones sostenibles, en especial, para apoyar a las naciones más vulnerables, opinó la Unctad.
A inicios de enero, el Banco Mundial (BM) advirtió que la economía internacional está próxima a batir un lamentable récord a fines de 2024: los cinco años con el menor crecimiento del Producto Interno Bruto (PIB) de las últimas tres décadas.
En opinión del BM, el riesgo de una recesión mundial disminuyó en gran parte por la fortaleza de la economía de Estados Unidos, pero las crecientes tensiones geopolíticas podrían crear otros peligros a corto plazo a escala global, mientras las perspectivas a mediano plazo de muchas economías en desarrollo «se han ensombrecido».
Las previsiones de la institución indican que el alza del PIB mundial volverá a desacelerarse por tercer año consecutivo, y pasará del 2,6 por ciento registrado en 2023 al 2,4 por ciento en 2024; esto es, apuntó el análisis, casi tres cuartos de punto porcentual por debajo del promedio de la década de 2010.
De proseguir el auge de la actual carrera armamentista, tal vez futuras evaluaciones afirmen que el PIB global creció más de lo esperado, pero sería una triste noticia económica, sin entrar a considerar el inconmensurable drama humano asociado a la muerte y la destrucción.
Sin contar los influjos bélicos, a finales de 2024 la población de uno de cada cuatro países en desarrollo y de 40 por ciento de los Estados de ingreso bajo, seguirá siendo más pobre de lo que era antes de la pandemia de la Covid-19, reconoció el BM.